Le deprimía el inicio de la primavera, se sentía incomprendida, gorda y sola. Le desesperaba la felicidad ajena, sobre todo la de esas lindas parejas que solían divertirse a vista y paciencia de todos los infelices alérgicos que no hacían más que estornudar mientras los otros disfrutaban de las flores, el sol, los olores y los colores que acarreaban las nueva estación.
Sentía que nada tenía sentido y tenía ganas de acercarse al fin, de terminar su historia, de desaparecer de la faz de las flores para dirigirse a un lugar desconocido en donde no existiera a envidia, envidia que sentía por todos aquellos más felices que ella, no podía darse cuenta de lo valioso que era su vida para algunos, sobre todo para él.
Dicen que el que sigue la consigue, pero déjenme decirle amigos que eso es una mentira, que cualquiera que haya tenido una experiencia psicópata por algún pobre imbécil que se ilusiona sin siquiera conocerte, sin siquiera quererte, sin si siquiera existir, sin siquiera ocupar un leve espacio en tu mente, quiere increparte, formar parte de tu vida, sueña contigo, te mal piensa y te persigue.
Digamos que la pobre, había sido la victima y a la vez la autora de una serie de sucesos parecidos al que cuento, o sea , además de estar deprimida por el feliz entorno, tenía encima el peso de un pobre hombre enamorado hasta las patas de una ilusión, ni siquiera lo conocía ni mucho menos tenía intenciones de conocerlo, cuando lo veía lo ignoraba o era mucho más que desagradable, pero el insistía en que debían estar juntos, en obsequiarle cosas y en recitarle palabras que creía bellas.
Ella solo quería deshacerse de él, de la primavera y más que nada de todo, porque siempre quiero al que no me quiere, y detesto al que me ama, por qué simplemente no puedo subirme a una nube y volar a una dimensión desconocida en donde no existan nadie más que yo y el indicado para hacerme reír, amarme y desaparecer en un rumbo sin fin, en un momento eterno, en un recuerdo viviente, en una historia alocada de amor que no termine en llanto ni traición.
Muchos le dijeron que el podría ser quien la hiciera feliz, que la amara eternamente, que era quizás un buen hombre que se había vuelto loco por la esencia que desataba su presencia, ella decía, simplemente -no, el está obsesionado con mi existencia, es un capricho, no me conoce ni jamás me va conocer, no es ser cerrada, el me da asco, y sobre todo odio el hecho de tener que estar en sus pensamientos siempre. Si me diera el tiempo de conocerlo, y penetrar en sus buenas intenciones sería un ridiculez, porque solo sería con fines amistosos y el no va parar hasta conseguir sus objetivos asquerosos conmigo. ¡Que asco me da!, prefiero morir en el infortunio que conformarme para evitar la soledad con un pobre imbécil obsesionado con poseerme, con dominarme por completo, con tener autoridad sobre mi vida y sobre mi cuerpo, simple y corto, antes muerta que conformista.
Cuando le contó su tragedia y su decisión final a quien sabe quien, decidió que si debía vivir y no conformarse con morir sin intentarlo.
Vemos encarnado en un ser ficticio todas aquellas inseguridades que nos genera la envidia, no es mi palabra favorita, creo que la de nadie.
La inseguridad desata suicidios, no la primavera, y siempre se puede empezar de nuevo y eliminar todas esas tonterías que crees que infestan tu vida, porque recuerda, que la vida es más simple de lo que parece.
Vive y deja vivir.